miércoles, 23 de febrero de 2011

RECORDANDO A DON JAIME

Hemos visto “El Ultimo Viaje”, un filme documental que recuerda, auténticamente, reveladoras postales de la vida del recordado Don Jaime, el primer obispo de la diócesis del Neuquén.

Y cada vez que por una razón u otra tomamos contacto con vivencias de la trayectoria de monseñor De Nevares, no podemos sustraernos a la evocación de otros tiempos.

A Don Jaime lo conocimos en nuestra juventud, cuando hacíamos la secundaria, en el siempre querido Colegio Don Bosco, del que fuimos alumnos en la segunda mitad de la década del ’50.

En buena medida, y aunque él no lo pensara de ese modo, fue quien favoreció nuestra vocación por el periodismo. Porque con sus “permisos”, como director del colegio, hizo que pudiéramos ir con suma frecuencia al diario, en el que revistamos, en los inicios, en la condición de cronista volante de deportes.

Empezaba a cambiar, por entonces, cierta metodología en los estudios de la segunda enseñanza, porque las materias se rendían por “contrato”, cuando cada uno entendía tener preparada una asignatura para aprobarla. Una anticipación, de alguna manera, a ciertas características del cursado terciario o universitario.

Esa modalidad, con más la anuencia de Jaime, dejando que “escapáramos” en hora de clase, acentuó la i8nclinación hacia lo que sería el oficio de toda una vida.

Lo perdimos un tanto de vista, pero aún así siguiendo su derrotero, como pastor de almas y ardiente defensor, de la manera mejor entendida, de los derechos humanos. Supimos de su tenacidad, como obispo comprometido para servir a los más necesitados, los más desposeídos de todo. Conocimos de su actitud valiente, ¡siempre!. Y de su firmeza cuando, convertido en convencional constituyente por elección de la ciudadanía neuquina, no titubeó en alejarse de esa función cuando supo que no se cumpliría el verdadero objetivo de la convocatoria para la reforma.

Por esas cosas insondables del destino, hacíamos periodismo en Neuquén cuando, en mayo de 1995, Don Jaime dejó esta tierra para gozar del premio eterno que tenía prometido y al que se hizo acreedor, sin duda, por su espíritu y su acción pastoral.

Entonces, escribimos la única buena nota que rescatamos de nuestro paso por un “pretendido diario neuquino”, en el que estuvimos 14 meses. Fue como repasar imágenes de toda una vida. Muy especialmente, una que asociamos con la majestuosa basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en penumbras casi, cuando Jaime, que después fue obispo, nos daba las clásicas “buenas tardes”, que fueron por años una costumbre del viejo colegio.

Tan perdurables fueron aquellas palabras como para que más de medio siglo después, nos vuelvan, casi como un homenaje hacia la figura que, este miércoles (23), nos trajo “El Ultimo Viaje”. Supimos, felizmente, hace tiempo y a lo lejos, quién era Don Jaime, un obispo irrepetible…