sábado, 4 de octubre de 2008

DE PROFESIÓN, ¡POLÍTICOS!

En pocos días más se cumplirán 25 años de la elección que consagró las autoridades democráticas que asumieron en diciembre de 1983. Estamos, entonces, a un cuarto de siglo casi de ese histórico momento.
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Por bastante tiempo, se habló de una instancia democrática incipiente. Está claro que esto es en relación a otros países, con tradición institucional muy diferente a la nuestra, saturada de quiebres a través de los años.
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Todo está bien, aventados para siempre los peligros del golpismo al que la Argentina ha sido tan afecta en su historia, que todavía no llegó al bicentenario.
¿Todo está bien?, sin embargo, se nos ocurre preguntar. ¿Y por qué?.
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La novel democracia, en lo que toca a nuestro “Pago Chico”, dio acceso a los cargos públicos a algunos profesionales: algún abogado; algún agrimensor; algún contador… y los que ejercitaban otras profesiones.
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Está claro que por los primeros tiempos, siguió adicionándoles (en las crónicas) su título profesional. Porque era o es la costumbre. Pero no tanto.
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El paso de los años ha ido desdibujando ciertos títulos. Porque, con escasísimas excepciones, los relatos de los medios siguen mencionando los mismos nombres y apellidos de aquel ya lejano 1983.
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Es cierto que hace tiempo y a lo lejos, valga la reiteración, algunos fueron elegidos por el pueblo, harto ya esa olvidable instancia que fue del ’76 al ’83.
Algunos eran un poco más jóvenes; otros no tanto.
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Pero las nuevas generaciones que accedieron a cargos ejecutivos y legislativos no pudieron detener el inexorable andar de las agujas del reloj. Y pasaron los años, ¡25 ya!.
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Algunos, y perdón por la reiteración, siguen ocupando funciones, como si se les hubiese elegido a perpetuidad, como en el raro caso del trasandino, al que se le había asignado la perdurabilidad de su mandato.
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Por supuesto que no es el mismo tema, pero viene bien traerlo a colación, porque desde lo íntimo del pensamiento de algunos políticos nuestros (¿o sólo de ellos mismos?) se le ha hecho costumbre seguir, seguir y seguir, como si fueran los únicos habilitados para ocupar escaños legislativos o despachos ejecutivos en municipios, Legislatura o Congreso.
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Hemos leído por allí que un movimiento político, que está en boga bajo la estructura de una coalición (o lo que es igual “meter” en una misma bolsa adherentes de distinta procedencia), ya está pensando en las elecciones del 2009. Previo, claro, establecer coincidencias “programáticas” o alguna denominación parecida.
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En rigor –somos grandes y conocemos de qué se trata- lo que está procurándose es “sumar”, para asegurarse el éxito personal en una próximo compulsa, atendiendo al supremo objetivo de solucionar, con acciones bien definidas, los crónicos problemas que afectan a la sociedad municipal, provincial y nacional.
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Toda expectativa electoral es buena. Si alguna vez se ocupó la intendencia y luego una banca provincial, no estará mal proyectarse hacia algún escaño nacional. Si después de ser concejal se accedió a la Cámara Baja provincial (por unos 12 años incluso), ¿estará mal, acaso, volver a la Legislatura?. Porque haber fracasado en el intento de ser el Lord Mayor no invalida, para nada, una nueva postulación, tal como están dadas las cosas.
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Si con vuelo un poco más bajo, se es concejal, y está por terminar el mandato (¡qué es sólo de 4 años!; ¿por qué tan corto?), es una aspiración casi loable pretender una nominación legislativa provincial. ¿O no?.
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Si a la vuelta de los años, ocupando alguna banca lugareña y alternando con ciertas oficinas municipales, no hay lugar en el HCD del 2009 en adelante, ¿por qué no ser consejero escolar?. Parece no tan expectable, pero puede permitir, dicho esto con todo respeto, ocupar un lugar en el protocolo de la ciudad.
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Lo que decimos de aquí –con ejemplos que podrían multiplicarse- bien vale, también, para la sexta sección electoral, porque es una escala regional válida cuando lo local se ha vuelto demasiado trillado. Y nunca se sabe, por ahí, se da.
Hay dando vueltas algunos ejemplos de quienes dejaron incumplidos en término algunos mandatos para ir hacia otros lugares (cierto político intentó volver y le fue muy mal con su pretendido retorno).
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Resumiendo un tanto el concepto: los que fueron elegidos alguna vez (y está bien que así haya sido) han pensado, en no pocos casos, que eso les abría la perspectiva de una renovación en el tiempo, para olvidarse de las ocupaciones habituales y ejercer, de allí hacia adelante, la profesión de políticos (trabajar en bien de la cosa pública), teniendo muy en cuenta que la caridad bien entendida empieza por casa. Y algo más: si el partido que lo posibilita es el “mepaso”, ¡bienvenido sea!.

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