sábado, 14 de noviembre de 2009

REVERENDO PADRE HERACLIO MORENO: EL ÚLTIMO DE UNA VIEJA LEGIÓN DE SALESIANOS

La inmensidad de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús de Bahía Blanca se nos antojó mucho mayor que de costumbre.

Había terminado la misa de las 7 de la tarde (en el horario de verano) y quedaba poca gente adentro del templo.

Allí, muy cerca del lugar desde el que rezó, por años, esa Santa Misa, descansaba ya el padre Heraclio Moreno, salesiano de Don Bosco. ¿Acaso de todas sus fatigas, de una larga vida?.

Porque pasó décadas ejerciendo su ministerio sacerdotal (en poco días más iba a llegar a sus ¡70 años! de sacerdocio!). Volcando en la educación los desvelos propios de aquella misión que encomendara Don Bosco a sus misioneros de la tierra que soñó, y a la que la obra salesiana prodigó, por siempre, todos sus esfuerzos.

Por un momento, recordamos ese mismo templo, en la penumbra del comienzo de la tarde, cada día, antes de las clases de gimnasia, en las tradicionales “buenas tardes” que marcaron toda una época, más de medio siglo atrás. Tiempos de pupilos en el colegio; otra vida; otras circunstancias.

Y pensamos, entonces, en tantos viejos salesianos de esa época. Supimos, por aquellos años, de quienes caminaban la Patagonia distante, fieles a un legado, que los identificó con la formación de los jóvenes, para hacer de ellos buenos cristianos y honrados ciudadanos.

El padre Moreno pasó buena parte de su larga vida en esa misión apostólica. Fue director; fue inspector. Fue quien escribió páginas y páginas de la cronología del Colegio Don Bosco de nuestra ciudad, pero condensó en sus escritos la vida de los salesianos de esta región del país.

Sin embargo, por algo, 25 años atrás, el Consejo de Educación Católica de la Argentina lo distinguió con el premio “Divino Maestro”. Es que fue maestro, como tantos salesianos que recordamos, de una vieja legión. Si no nos equivocamos, el último en irse, para gozar de la gracia eterna que le fue prometida.

Este pasado jueves (12), en el inicio casi del Mes de María, una tradicional costumbre salesiana de todos los tiempos, el buen padre Moreno dejó esta tierra, en la que volcó las enseñanzas de sus clásicas homilías de todos los días, en las que ofreció todo aquello que los fieles de la cotidiana misa vespertina buscaban saber… y siempre un poquito más.

Es cierto que no fue sólo eso. Su palabra fue siempre respetada, porque encerró sabiduría, para aplicar, en cada momento, aquello que fuera más adecuado. Y como esa virtud, otras muchas, unidas a la innegable firmeza y prudencia que otorgan los años.

En su carácter de rector de la siempre imponente basílica del Sagrado Corazón de Jesús, fue celoso y cuidadoso vigía para hacer que allí se tuvieran en cuenta mínimos detalles, que hacen al culto y la liturgia de cada día.

Seguramente, se lo extrañará, porque su ausencia, sin duda, dejará un vacío muy difícil de cubrir.

Con el padre Moreno, se fue el último viejo salesiano que conocimos en el inexorable paso de los años. Han sido tantos, que hasta se nos fueron borrando nombres y apellidos. Sin embargo, supiéramos aplicarlas o no, nos quedaron sus enseñanzas.

LMS

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