sábado, 20 de agosto de 2011

DE LUGARES, PERSONAS Y HECHOS…


Cuando transcurría la niñez, camino de la primera juventud, hubo lugares, hechos y personales que, andando el tiempo, serían poco menos que imborrables. Aún con la salvedad de olvidos involuntarios, no está mal citar algunos, sólo como enumeración, pues algunos de quienes lean estas líneas es probable que experimenten sensaciones parecidas a aquellas que la evocación hace surgir, espontáneamente, en uno. A eso vamos:

LUGARES

La parroquia Santa Teresita del Niño Jesús, primero en Berutti al 300; después, cuando ya éramos jóvenes, en Villarino 460.
La escuela número 5, en Darregueira 446.
El Colegio La Inmaculada, en Berutti 379, y a su lado, la imponente capilla en que se asentó la parroquia en sus primeros 20 años.
El club Barracas Central, en Thompson 645/661.
La canchita de fútbol, en Villarino al 500, frente a la casa de “los Fasano”.
El almacén de Sarrasín, en la esquina de Thompson y Fitz Roy.
La verdulería de Doña Cecilia, en Fitz Roy al 400.
La panadería de Thompson al 200.
El almacén de Don Nicanor, en Espsña y Thompson.
El “kiosco” de Coria, en Villarino al 500.
La cancha de Juventud Unida, en Villarino y Angel Brunel.
La cancha de Independiente, en Italia 250.
La carnicería de España e Italia.
La casa de las tías, en Terrada 74, que fue, casi, casi y sin el casi, la nuestra, donde aprendimos todo lo bueno.
Los parrales de Thompson, que daban uvas para la familia, el barrio y algo más.
La “vieja quinta del nono”, en ese mismo lugar.

PERSONAJES

Los Boland: don Héctor, doña Rosa, Dina, Maco, Pochi y Santiago, con más “Pimpi”, que estuvo aquí cuando iba a La Inmaculada.
El “viejo”, don Juan Castilla.
Juan Barletta, sus hermanas, su papá y su mamá.
Lito Záccara y el inefable don Alejandro. También María, que se fue muy temprano, como para dejar un vacío muy difícil de cubrir, en aquellos tiempos.
María del Carmen (Gallego), junto a su tía (Aurora) y sus primas, las “Pérez Taboada”.
Atilano Corral, radical de otros tiempos, con “Bochita” y “Betty”, la mamá de ellos; y sus tías.
Don Carlos Soto Romree.
Alberto Baldúa.
Don Nicanor y doña Anita.
Don Simonetti, que alguna vez nos quitó la pelota de goma, cansado de que “pateáramos” encima de su casa.
El “viejo” Piersanti.
Rosarito Güenaga, la “niña mimada”.
Doña María Trucco y las señoras Rosa P. de Torquatti y de Casabonne.
Agnes Lazzarini.
Emma Rosa Podestá de Vila, con don Agustín, y sus hijos Emita, Graciela, Agustín, María Teresa, María Inés y Marcelo.
Roberto (Rulo) Yañez, Elba Albertini, Graciana Faure, Luis Cuchetti, José y Luis Borettini, Roberto Torrecillas, Néstor Barcelona, Orlando Campos (que después fue cura), Abel Camusso, Jorge Augusto González Texidó, Susana Scabuzzo, Roberto Mogrovejo, Elsa y Norma Zoratti, Los “Lamponi” (don Victorio y su señora; Mario, Miguel Angel. Marta y Luis María).
Don Higinio y doña Valentina (Borettini, ¡claro!).
El padre Mesquida y sus “tenientes curas” Augusto Fernández Arlt, Isidoro Broilo y José María Sarrionandía.
Las tías: Victoria, Pepa, Ida, Chela, Irma, Nelly, Yuya y Coca. El tío, Lalo (padrino) y a lo lejos, Tito (Santa Fe).
El abuelo Juan (Ballesteros), con Balbina, tía abuela y madrina. Juancito, Lito, Chito, Tito y Perico. Beba, Lety, Berta, Ofelia, Niní, Omar, Yaqui. Copete, Graciela, Juan Carlos y César.
Los compañeros de la “primaria”, en la “5” y entre ellos, el “turco” Oscar Fasano, Carlos Scoccia, Jorge Battolla, Mabel Gaviot, Susana Scabuzzo, Julieta Urlich, Amelia Lozano, Enrique López, Dora Sensini, Gabriella Lampugnani, Susana Alvarez, Luis Angel Selvarolo, Miguel Inchaurbe…

HECHOS

La misa de 8, los domingos, en Santa Teresita.
La espera de la salida de la misa siguiente, dedicada a las chicas de La Inmaculada.
Alguna “hora santa”, los domingos a la tarde.
Los “mediodías” de domingo, en lo que fue el Club Parroquial, con la cantina de “Don Ucar”.
El “Ave María”, por Elbita Albertini, en los casamientos de los sábados.
La “batalla” con las chicas poco abrigadas, a la hora de los mismos casamientos de los sábados.
El “tumulto” de los funerales, concelebrados.
El turiferario (¿o algo así?) que hacíamos dar vueltas, a riesgo de desparramar las brasas, en las misas cantadas.
Las clases de religión, en la “5”, cuando visitaba la escuela, Ida (Serralunga), inspectora de esa materia que se daba en la escuela pública.
El equipo de básquet de la escuela 5, dirigido por Homero Sicarelli.
Los desfiles e incluso procesiones, siendo abanderado de la escuela.
Las travesías hasta Pompeya, para jugar fútbol allí.
Los torneos de ping pong, en Berutti 343 altos.
El 16 de junio de 1955, con el disparo frente a la casa parroquial, que dio en una de las paletas de ping pong.
El día en que murió el “nono” (José Serralunga, 30 de septiembre de 1956).
Las monjas de La Inmaculada, en casa, aquella noche de la quema de las iglesias.
Las kermesses en calle Berutti, a beneficio de las obras parroquiales del templo de Villarino 460.
La misión que predicaron los misioneros Jorge Gottau y Antonio Eibel, un hecho irrepetible, desde el amanecer y hasta la noche de cada día.
Los almuerzos de Navidad y Pascuas, en la casa de las tías, en Terrada 74.
Los partidos de básquet, en el viejo “Bosque”, en las noches de verano.
Las fiestas con la peña de folklore de la parroquia.
El casamiento de una de las más jóvenes, “Pochi” Boland, en junio del ¿57?, con Jimmy Arro.
Los 15 años de Teresita, festejados en el viejo patio de Thompson 343.
Las reuniones de la “gran familia Ballesteros”, en Roca 86entre los ’40 y principios de los ’50.
Los domingos de fútbol, en el viejo estadio de Colón y Angel Brunel.
La radio, con los relatos del “maestro” Fioravanti; Tarzán; el Glostora Tango Club; Los Pérez García; y el Teatro Lux “en al aire”, de los sábados a la noche, en Radio El Mundo.
El nacimiento de Cruz del Sur, pequeño club de barrio, que contuvo, en su equipo de básquet, al más grande: “Beto” Cabrera.
El amanecer del periodismo nuestro, que le puso fin a una entrañable etapa de la vida, para dar paso a la otra que por la gracia de Dios, aún vivimos, 70 años después.

Luis María Serralunga

Escrito para dejarles, a quienes no lo vivieron, pero sí son mi vida, sólo un recuerdo de aquello que fue imborrable. Porque si dice el poeta que uno “vuelve a los lugares en que amó la vida”, seguramente eso no sería tan cierto si no están, junto a esos sitios, personas y sucesos, muy pequeños, que son una parte, entrañable, de nuestras vivencias.

Está tácitamente entendida la razón por la cual, en esta evocación, como en otras “postales” ya dejadas en este blog, no aparecen mencionados algunos de los seres más queridos.

Creo necesario, sí, citarlos aquí. Mis viejos, Ernesto y Panchita; mis hermanos, Roberto Teresita, Rodolfo, Ana María y María Inés. Mi esposa, Mabel. Mis hijos, Eduardo, Lucrecia, Claudia, Adrián y Mariano. Mis nietos, Renata, “la primera”; y Dieguito, recién nacido.

Y otro si digo, a manera de final: por una decisión tomada hace años ya, nunca escribiré a manera de libro, como muchos me lo han sugerido, la historia de los que hoy son ya 70 años de vida, ni de los muchos más que 50 que llevo ejerciendo el periodismo. ¿A quién importarían mis memorias?.

Además, una simple cronología de sucesos y actitudes que he conocido, vivido y sufrido como periodista, sería suficiente para comprometer no ya mi futuro, sino el de quienes me suceden, por las inexorables leyes de la vida.

Agradezco, sí, a quienes no sólo me acompañan con su adhesión, trasuntada entre líneas de muchos mensajes privados, sino que en algún caso aislado, por eso mucho más valorable, han compartido una clara conducta, asumiendo sus consecuencias. Ellos saben quiénes son y cuánto aprecio su respaldo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me emocione mucho cuando encontré este blog con tantos lugares comunes, soy el hijo de Carlos Soto, gracias por recordar a mi viejo