viernes, 6 de junio de 2008

ANTE EL DÍA DEL PERIODISTA

Estamos frente al día del periodista. Imposible, entonces, resistir la tentación de abordar temas más bien recurrentes, si de una fecha como esta se trata.
Hace rato ya que no frecuentamos las reuniones de agasajos, muy propias de los tiempos que corren, por un lado; y de cierta hipocresía, siempre latente, por otro.
Dicho esto con absoluto respeto por aquello que, frente a estas festividades, interpretan casi como una obligación el convite a la gente de prensa, para compartir un momento, no importa a través de qué: si un desayuno; un almuerzo; algún refrigerio o una cena. O nada de eso y sí algún mensaje de salutación.
La ausencia en esos actos no significa desprecio por la invitación.
Por años hemos estado junto a autoridades, dirigentes, empresarios y otros, en vísperas del 7 de junio: el mismo 7; o después.
En no pocas ocasiones nos llamó la atención (hasta que dejó de motivar esa impresión) la ligereza de ciertos reconocimientos, devenidos de organismos públicos; entidades comunitarias; empresas y entes afines.
La enumeración sería excesivamente larga: al editor de una revista que apareció una sola vez (pero la hizo a todo color, en papel de buen gramaje y adulando a algún personaje de turno); al conductor de un programa de radio o televisión que apenas si alcanzó a terminar un ciclo; a quienes dibujaron algún buen CV (con frondosas trayectorias) y lo acercaron, intermediario mediante, a algún factor de poder (o a alguna nominación para premios de cualquier índole). Y muchos otros ejemplos más.
He aquí que muy por encima hemos puntualizado, en alguna de nuestras ediciones, que hemos cumplido 50 años (¿no son nada acaso?) de efectivo ejercicio del periodismo. De ese medio siglo, buena parte lo fue en forma absolutamente independiente, como sucede ahora, editando LA TRASTIENDA DE BAHÍA (revista de café).
Pero lo hemos hecho con innumerables producciones personales: los semanarios Tornquist, de Tornquist; Villarino, de Médanos; La Noticia, de Punta Alta; y Pregón de Ingeniero White; la revista Diálogo, de Punta Alta; el tabloide Semana Deportiva, de Bahía Blanca; Diario de Café, periódico de Bahía Blanca y la región; programas en LU7 Radio General San Martín (1970/1975); y LU3 Radio del Sur (1984/1989); y dos ciclos, más bien cortos podría decirse, de periodismo gráfico en la Patagonia (Trelew, Chubut; y Neuquén capital).
Si a 36 años que van desde el ’72 al actual 2008 le sumamos que entre 1957 y 1972 estuvimos vinculados al matutino local; y que escribimos también, en su momento, como colaboradores, en Democracia y La Gaceta (vespertinos de la mitad del siglo que pasó) e incluso en el efímero La Calle (diario católico de los ’50), estamos señalando, como quien no quiere la cosa, que se pasaron 51 años haciendo periodismo.
Organismos oficiales y entidades locales y regionales, que por estas horas agasajan a los periodistas, parecen ignorar (intencionadamente) esa trayectoria. Ocurre, ya sea por propia decisión de los que ejercen el gobierno (en sus distintas variantes y circunstancias), fuera porque los responsables de prensa, difusión, ceremonial y relaciones públicas no ilustran debidamente a la autoridad, siendo esa una de sus tareas esenciales.
Sabemos que hay lugares en los que merodean quienes juegan, en esta materia, de acuerdo a sus intereses personales. Hay, también, quienes orquestan sus propios homenajes (para que otros los reconozcan).
Por una vez, queremos dejar de lado algún término de estilo, de esos que se utilizan para ocultar aquello que verdaderamente está sintiéndose. Al fin de cuentas, ésta es nuestra columna. Y no tenemos razón para ocultar nuestra bronca.

No hay comentarios: