lunes, 24 de mayo de 2010

ANTE EL 25 DE MAYO DEL BICENTENARIO



Seguramente, pocas fiestas patrias son comparables a las de este 25 de mayo de 2010.

La Argentina que queremos desde siempre, porque es nuestra, aún con todas sus complejidades y desventuras, cumple 200 años.

El sesquicentenario, en 1960, no sólo está lejano sino también borroso en sus imágenes. Apenas si recordamos que lidiábamos, por entonces, con el dilema que planteaba la materia pendiente del secundario (esa que rendimos en el Nacional, pese a que hicimos los cinco años en el Don Bosco), el inicio de Historia, en la universidad; y el avance ya en el periodismo (deportivo por entonces), camino de la redacción general del diario local. Poco, es cierto, sobre cómo fue esa fiesta.

En cambio, sí, se nos presenta un 25 de Mayo, ¡vaya si era un día patrio!, allá por los ’50, cuando en un anochecer plenamente otoñal, hubo fuegos artificiales en el viejo estadio de Olimpo. No eran comunes, como ahora, esos espectáculos.

Hubo algún otro, también, cuando tuvimos el honor de llevar la bandera nacional, encabezando la presencia de la escuela 5, “Nuestra Señora de la Merced”, que está por cumplir 125 años, en un desfile en honor al primer gobierno patrio.

Y uno más, andando los años, con imponente desfile, en un frío pero luminoso 25 de Mayo, el de 1976 (¡sí, por qué no!), en Rawson, la capital del Chubut. Pocas veces, o nunca (apenas si en el ’78 del sesquicentenario de nuestra ciudad), vimos uno igual. Y aquel, por ser en la Patagonia, también siempre nuestra, aparecía como más “patriótico”, más significativo.

Lo vivimos, no pocas veces, transitando caminos de la zona, especialmente, en Villarino, compartiendo el día patrio en pueblos rurales, donde la Nación parece más hecha a medida de los sentimientos.

Uno, por caso, el de 2006, en la Aldea San Adolfo, en medio de una de las heladas más duras, con un acto anunciado y realizado temprano, como corresponde (o como ha sido la costumbre). Claro que después, ya avanzada la jornada, hubo locro, que supo a compensación por el frío aguantado más temprano.

¡Si habrán pasado los 25 de Mayo!. Cada uno con su especial vivencia, como la de asistir, de niños, a los actos, que se hacían el mismo día en la escuela; o muchos años después, acompañando a los chicos, en las celebraciones patrias del jardín primero; de la primaria después.

No era simple coincidencia, sino una constante del calendario: un día antes, en distintos tiempos, circunstancias y roles, participamos de la fiesta de María Auxiliadora, los “24” de mayo de muchos almanaques. Era, en el viejo Don Bosco, la fiesta por excelencia.

Hubo, con todas sus variantes, muchos días patrios de mayo, en los que hicimos la cobertura informativa de la conmemoración: entonces, como cada vez, sentimos la misma emoción, porque, por encima de la condición de periodistas, o a la par, estuvo la de sentirnos ¡argentinos!, ni mucho más pero tampoco mucho menos que como todos los demás, con el corazón latiendo con el sentimiento de Nación.

Hoy, 2010, ejerciendo el periodismo desde algún ángulo menos expectable que el que otros “profesionales” dicen ocupar, hemos seguido, como todos, las imágenes que se trasladan, a todos los rincones, desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de los interminables, coloridos y brillantes desfiles en el Paseo del Bicentenario.

Nos desconcierta (y probablemente algo más) todo lo que “juega” en la disputa política a propósito de este fasto, digno de un mejor marco de conciliación (no de hipocresía) entre quienes ejercen el poder, cualesquiera sean las funciones, de alto rango, que tienen encomendadas sólo transitoriamente (aunque supongan detentarlas para todos los tiempos).

Estamos camino del 25 de Mayo de 2010, una fecha símbolo de la Patria, que cumple nada más y nada menos que ¡200 años!. Nos asiste, como a todos, la posibilidad de formular algún deseo: ojalá el Bicentenario marque ese punto de inflexión que abra, definitivamente, la perspectiva de la Nueva Argentina que siempre soñamos, para que las disfruten las nuevas generaciones.


Luis María Serralunga

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