viernes, 29 de octubre de 2010

EL ADIÓS AL EX PRESIDENTE KIRCHNER


La Argentina, controvertida pero apasionante, se empeña con ese espíritu que la distingue, en mantener sus simbolismos, así como es; así como se la representa; así como se la quiere, más a medida del corazón que ajustada a la razón.

Por eso, sus ciclos, cambiantes; insólitamente marcados por la contradicción, que une las alegrías con las tristezas; las euforias seguidas de desazón; la incredulidad casi dándose la mano con el exceso de confianza.

Al fin de cuentas, es ese país hecho a la medida de los argentinos, autosuficientes y escépticos casi a la vez; grandilocuentes o desangelados en cuestión de minutos. Pasionales, eso sí, y por eso capaces de la entrega total, a despecho de sus incontables frustraciones, pero seguros de que el éxito estará, a un paso, en el amanecer del día después.

Este viernes (29), se mostró en imágenes, desde aquel lugar, la ciudad de Buenos Aires, en la que el gris de un día lluvioso contrastó con el rosa impactante que lucía, lavado por el agua cayendo raudales, de la Casa de Gobierno, el centro del poder.

Alargado el mediodía, la ciudad autónoma, la de los contrasentidos, despedía, a través de su gente, a Néstor Carlos Kirchner, que supo –sí, de eso no caben dudas– gobernar el país, con su particular estilo, entre el 2003 y el 2007, pero que prolongó, con tenacidad y esfuerzo poco común, su vigencia. ¡Y vaya si lo hizo!. No sólo como el esposo de su sucesora, Cristina Fernández, cuando ella accedió al gobierno, pero él (¿puede haber acaso alguna duda?) siguió ejerciendo el poder. Porque además de ser el compañero de toda la vida de la primera mandataria, fue nada menos que presidente del Partido Justicialista; diputado nacional; y, excediendo el marco interno, secretario general de la UNASUR, que no es un dato menor, en materia de proyección internacional, más allá de las fronteras.

Estoicamente, el público desafió la inclemencia del clima. De igual manera, los efectivos del Regimiento de Granaderos, hicieron la guardia, hasta el momento de la partida del cortejo. Y la banda de música, ejecutó la Marcha a San Lorenzo, la preferida del ex mandatario, cuando la columna inició su marcha, rumbo al Aeropuerto Jorge Newbery, para la partida final, hacia Río Gallegos.

Imborrables imágenes, entonces, mostraron el fervor acongojado de la gente. Patente evidencia sobre que, quiérase o no, el político santacruceño caló hondamente en el espíritu de los argentinos.

Se entremezclaron los gritos de “¡Argentina!, ¡Argentina!, ¡Argentina!”, que retumbó, como música celestial; o aquellos de neta raíz futbolera, como el “¡Olé, olé, olé, Néstor…!”. Y se vieron las banderas, por doquier; o las flores, en medio de la multitud.

Avanzaba la tarde; y arreciaba la lluvia… pero la gente estuvo allí. Diciendo, con no poca razón, que se fue un líder, un caudillo de los nuevos tiempos. Casi como un presagio sobre el futuro. Es que los caudillos raramente dejan herederos. Y la lucha continúa. La Argentina de siempre, como una corazonada, intuye lo que se viene…

L.M.S.

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