lunes, 24 de noviembre de 2008

RECORRIENDO LA NUEVA TERMINAL: A PRIMERA VISTA, CIERTA DECEPCIÓN

Anduvimos por la nueva terminal de ómnibus. Y no precisamente en horario pico, que puede llegar a deslucirla, por la afluencia de público. Sin embargo, la imponencia que apreciábamos “desde afuera”, de tanto pasar por allí, camino hacia la vieja estación de ómnibus, dio paso a no poca decepción.
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Es cierto que la monumental obra impacta por su tamaño. Poco menos que desierta, por el horario, que superaba la medianoche, da la sensación de ser, eso sí, suficientemente amplia, en su interior. Habría que ver si mantiene esa misma imagen en ocasión de una masiva concentración de público, por los viajeros, que se van o que llegan; y por los acompañantes de quienes arriban y por aquellos que se acercan para despedir a algún pasajero.
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Pensábamos, y fue un error, en otra cosa. La playa de estacionamiento no da como para suponerla amplia para momentos pico (próximo receso veraniego e inminentes fiestas de fin de año).
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No sólo se aprecia la falta, todavía, del tablero electrónico de arribos y salidas de los servicios. El sistema de audio que sintetiza el movimiento de entrada y salida de las unidades de transporte, es sencillamente malo. No se escucha bien… y mucho menos desde ciertos sectores.
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Suponíamos, equivocadamente, que la modernidad propia de estos tiempos traía consigo, en la nueva estación, las puertas automatizadas, para dar paso desde y hacia los andenes. No, son de apertura y cierre mal, una por cada dos carriles. ¿Serán suficientes cuando el tránsito de pasajeros sea mucho mayor?. Difícil.
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No hay, como en la de Neuquén, cinta transportadora para los equipajes. Los viajeros siguen ingresando, valijas o bolsos en mano, a los andenes, a despachar sus equipajes. Cuando la afluencia sature un espacio no demasiado grande, será casi igual o peor que en la vieja estación.
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“Ciudad libre de humo” (de cigarrillos, claro) dicen algunos indicadores. Los “puchos” esparcidos por el sector de espera denuncian lo contrario. En los andenes, ídem. ¿Alguien controla eso?.
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¿Un café; una gaseosa, un sándwich?. Si llega a despedir o esperar a alguien, olvídelo. Si le toca aguardar en exceso algún servicio, o hace una escala allí, es para pensarlo. Los precios, por cierto, no son esos que se definen como “accesibles”.
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Pese a la hora, a favor de ella, había personal haciendo la limpieza manual de las instalaciones. También, vigilancia policial, con efectivos recorriendo el lugar. ¡Algo bueno había que encontrar!. No mucho, teniendo en cuenta lo que costó la obra y pensando, como lo intuíamos, en algo de última generación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta inspirada en la Terminal de Neuquen, un elefante blanco del que nunca nadie se hizo cargo. Ha representado -la de Neuquen- desde su inauguracion un pingüe negocio para unos poquitos (los administradores municipales, sobre todo) y -fuera de descomprimir el caos vehicular del microcentro neuquino- viene siendo un trastorno para los pasajeros, que en muchos casos optan por usar la modesta "terminalita" cipoleña propiedad de Via Bariloche. En fin: ojalà con el correr del tiempo los bahienses tengan màs suerte que los neuquinos con el monumental parador de micros. Mal los veo, de todos modos. Excelente el sitio, siempre.