domingo, 20 de julio de 2008

RECUERDOS Y PRESENTE EN EL DOMINGO 20

Es una costumbre que ha venido imponiéndose con el paso de los años. No era común, es cierto, en los tiempos de nuestra lejana juventud. Ahora, además de sabérsela sincera e incondicional, la amistad de manifiesta muy especialmente cada 20 de julio, por la fecha de la llegada del hombre a la Luna.
Sea por un motivo o por otro, al fin de cuentas lo importante es expresarla, en una fecha así, como la de este domingo (20), o bien –con encuentros o sin ellos– cada vez que el corazón o un mensaje (sms o por mail, como se usa ahora), está indicando que, precisamente, el amigo está llamando.
Dicen también, y viene a cuento, que “cuando un amigo se va, deja un espacio vacío”.
La Providencia nos ha reflejado, en los últimos días, un poco, la otra cara de la vida misma.
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Era jueves (17) cuando un mensaje nos señalaba el fallecimiento de Héctor Dante Sgrazzutti (65).
El atletismo y su múltiple calendario nos habían acercado en sus incontables y repetidas competencias. Nosotros, siguiendo alternativas de torneos o pruebas de calle, como periodistas; e incluso alguna vez desde la preparación de alguna carrera (en la ciudad, un circuito Cruz del Sud, con largada y llegada en el club Porteño, en Patricios al 500; en Villarino, convocando a una cita atlética para promover la actividad, simplemente, en Médanos, la ciudad cabecera del distrito). También, ejerciendo la función pública, en la Dirección de Deporte y Turismo de la Municipalidad de Bahía Blanca. Sgrazzutti, siendo la voz del relato que acompañaba jornadas de fiesta del deporte clásico, en la pista o en la calle.
Sgrazzutti fue uno de los pocos (¿el único tal vez?) que no olvidó nunca que aún desde afuera, hicimos algo por la difusión del atletismo. Algo que él, sí, hizo, como para que se lo recuerde, de aquí en más, como símbolo de quien hizo mucho y bien. Sembró amistad, a través de los años y específicamente desde el atletismo.
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Un poco tarde, supimos que el pasado miércoles (16) murió Rodolfo José Alló (86). Se lo conocía comúnmente con el seudónimo que identificó toda una vida dedicada a una pasión, la fotografía: “Fogonazo”. Porque era de la época del magnesio, claro, pero su apelativo lo acompañó, aún en la diversidad de las cámaras que fue utilizando para su profesión en una prolongada carrera. Decía “veo la vida a través del lente”. Y buena razón tenía porque tradujo en imágenes todo tipo de suceso en un itinerario de décadas.
Nunca olvidó su juventud en la Marina; siempre evocaba una etapa ligada a Ingeniero White (donde tuvo casa de fotografía); y memoraba algunos tiempos como fotógrafo municipal, en épocas de don Eugenio Martínez.
Por sobre todas esas realidades, entremezcladas con nostalgias, siempre tuvo buena parte de su corazón dedicado a Coronel Pringles, su terruño, al que retornaba periódicamente, porque más allá de sus actividades e intereses, tenía sus afectos, que lo unieron por siempre al devenir pringlense.
Con “Fogonazo” –que nos acompañó con sus imágenes en muchas ocasiones y muy especialmente en la cobertura de la vida del distrito de Villarino, como así en la breve historia de la Fiesta Provincial de los Estudiantes– se fue un apasionado de la foto periodística. Ese entusiasmo lo hizo guardador silencioso de uno de los más completos archivos fotográficos de nuestra región. Siempre fue en busca de “la nota”, con la presteza, la agilidad y el espíritu que superaban los de cualquier joven.
Su otra pasión, la apicultura, lo transformó en conductor, por muchos años, de “Abejas y colmenares”, un programa que hizo, los sábados a la tarde, hasta sus últimos días, por la filial local de Radio Nacional.
Pero se le recordará, por siempre, con su cámara a cuestas, en busca de la mejor imagen.
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Es la tarde un domingo gris, que no oculta las sensaciones de reencuentros propios del Día del Amigo. Con lo que llevan implícitos, que no es poco, porque son signos que superan edades y circunstancias. Siempre hay un momento para un saludo que recuerda que “el otro, el amigo, siempre está”.
Pero la vida que encierra también los finales, nos sacude otra vez con una infausta nueva. Murió, este domingo (20), Ricardo Borrelli (62).
Quienes le conocían lo recuerdan dando clase en el Colegio Don Bosco de nuestra ciudad, hasta unos 15 años atrás. Lo asocian con una actividad comercial desplegada en la ciudad, la región y el sur del país. Lo identifican en su paso por el club Olimpo, del que era fervoroso hincha, pero que lo tuvo como dirigente en tiempos de la presidencia de Roberto Migliorini.
Hace un tiempo que estaba dedicado a un emprendimiento gastronómico, en la Avenida Alem primero y con servicios de catering después.
Lo recordamos, más allá de todo eso, como participante, nada menos que 50 años atrás, en los torneos de ajedrez que el club Cruz del Sud hizo en la vieja sede del círculo, en Avenida Colón 286.
Fue un observador crítico de la vida de la ciudad y el país, aunque prevaleció su visión optimista respecto del futuro.
A Ricardo, exalumno de Don Bosco, lo llamaron el Día del Amigo. Acompañamos a sus hijos, desde aquí, en este penoso momento. Para ellos y para sus amigos, será un vacío muy difícil de llenar.

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